¿Sabías que enero debe su nombre al dios romano Jano (del latín Ianuarius), que es el dios de las puertas, de los comienzos y las entradas? Enero es el ingreso a un nuevo año y, posiblemente, a una nueva vida, con todas las expectativas que esto implica. Es un mes de transición en el que no estamos en el año anterior pero tampoco nos hemos asentado en el nuevo; es ese momento liminar que podemos comparar con las últimas semanas del embarazo, cuando tu antigua vida quedó atrás pero la nueva no llegó aún. Bueno, resulta que hace unos años descubrí que enero no es de mi agrado. Siempre me había dejado llevar por la noción generalizada de que el primero del año es un gran mes, pero a mí me pega para atrás. Sí soy fan de diciembre, de ese gustito a vacaciones que se avecinan, ese estrenar la pileta y las noches de calor... Y febrero también es lo más: con la certeza de que el verano se termina, nos esmeramos en disfrutar lo que queda de él. Enero, en cambio, tiene una energía que no me es afín; jamás me animaría a generalizar esta sensación, pero por lo que estuve charlando con amigos, resulta que no soy la única. ¿Será que después del ajetreo de diciembre llega enero y su quietud, esa calma que nos obliga a pensar "y ahora qué"? No estoy segura; solo sé que enero me genera el mismo aletargamiento que la hora de la siesta. Son dos momentos bisagra en los que me pongo existencial. Cuando trabajaba, era a la hora de la siesta cuando me planteaba renunciar y es en enero cuando me cuestiono aspectos de mi vida que normalmente no. Y llámenme supersticiosa, pero para mí este mes trae mala suerte 🤷🏼♀️ Este 2018, sin embargo, me propuse tomarme el mes con otra actitud; abrazar la melancolía que me causa y aprovechar su vacío para hacer silencio. No querer taparlo con actividades y distracciones sino mirarlo a la cara y, asumiendo el miedo que me genera, enfrentarlo, abierta a sorprenderme y que este año fuera la excepción. ¿El resultado...? No fue un enero lleno de júbilo, pero sí pude transitarlo tranquila y en paz; sabiendo que febrero está a la vuelta de la esquina y que, en definitiva, "hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas"