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Desplante contra el gremio de los peluqueros


¿Qué hay de complicado detrás de "cortame solo las puntas"? Algo habrá, porque no conozco mujer que no haya padecido las garras de algún peluquero despiadado que, lejos de hacer caso a su pedido, le haya rebanado mechones de más.

A mí me pasó y mil veces. Me acuerdo, a los 14, de llorar frente al espejo por el pelo perdido; enojada en parte por saberme superficial, pero consciente a la vez de que con el pelo no se embroma...

Esa fue mi primera desilusión con el gremio y, desde entonces, confirmé que en la mayoría no se puede confiar. El mismo especialista me ha vendido y criticado el mismo producto según qué le convenía vender esa temporada. Me creí el cuento de que el alisado era bueno; no digo para la salud, porque siempre se supo que tenía formol, pero al principio decían que a la caballera le hacía bárbaro, y con el tiempo se demostró que no es así.

Caí en las garras de diversos coloristas que prometieron no dejarme muy naranja, pero tampoco muy ceniza, y sin esas mechas atigradas que tan tétricas son... pero hubo tannnntos que no hicieron honor a su palabra...

El pelo es el marco de la cara. Los días que lo tengo espléndido es como que todo se ve mejor y, en cambio, esas otras jornadas en que está horrible rezo para no cruzarme con ningún conocido, aunque OBVIO que Murphy se me ríe en la cara y ese mismo día me topo con algún ex.

Hace poco hubo dos episodios que avivaron mi descreimiento en el marketing caballero:

-en Inglaterra te venden el Olaplex como LA solución para el pelo teñido de rubio. No me dan los caracteres acá pero si exploran al respecto verán que lo recomiendan todas las celebrities (Kardashians incluidas, claro) y blogs. Invertí una cifra copiosa de libras en este tratamiento que me prometía olvidarme de las chuzas pajosas pero ¡oh!, resultó un bleff.

-decidí probar un colorista nuevo que me tiñó de un color horrible y desprolijo. Admito que este fue mi error: SÓLO hay que cambiar de colorista cuando realmente no estás conforme. No era mi caso, pero quise probar. Moraleja: al día siguiente volví a mi colorista de siempre, pidiendo perdón por la traición y sometiéndome a una nueva coloración que ahora me obliga a malcriar a mi pelo por el doble tratamiento que le hice padecer con baños de crema carísimos que nadie me asegura que van a funcionar... aunque los peluqueros me juren que sí.


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