top of page

Aprender a esperar para no desesperar


Pero, qué flor de cara rota. Si hay alguien ansioso en la sala, esa soy yo. Taladro humano, me dice mi madre, porque cuando quiero algo con ahÍnco, me aseguro de que se entere toda Sudamérica de que lo quiero... Y que lo quiero YA. Aunque hay muchas cosas buenas que le debo a mi insistencia y ansiedad, dos de mis dos mayores logros, en cambio, fueron fruto de la paciencia: haber permanecido en la relación con mi entonces salidor (y hoy marido), cuando todo indicaba que no iba a funcionar; y haber hecho mi Tesis de Lic. en Letras con todo el esfuerzo y amor que se merecía. Fueron tres años de leer, escribir e investigar, pero que derivaron en un trabajo del que hoy, y lo digo en voz alta, estoy orgullosa. ¿El tip? Está buenísimo ser decidida y tenaz. Pero también hay que saber reconocer los momentos de la vida que nos reclaman sacarnos los plazos de la cabeza. ¿Quién dijo a qué edad hay que enamorarse? ¿Cuándo se es grande para terminar una carrera o, quizás, empezar una nueva? ¿Cuál es la edad perfecta para empezar a procrear? Saber esperar -para no desesperar- es un don, pero la buena noticia es que es ejercitable. En el ínterin, va mi consejo: armate de una buena red de contención. Amigas, familiares, compañeros de laburo o de tu clase de teatro: gente que empatice con vos, te aliente y te estimule. Y otro tip importante: festejá cada logro intermedio como si hubiera sido el último. Porque para hacer una Tesis de seis capítulos, hay que empezar por el primero. (Cuando yo terminé la introducción, me autoagasjé con una nueva Mac, jiji). Hoy -va un chivo- me encuentro lanzada en un proyecto apasionante: mi primera novela. No está siendo un proceso fácil, rápido ni seguro. Pero ¡me encanta!, y voy a taladrar hasta terminarla. Sea cuando tenga que ser. La generación del microondas deberá aprender a esperar.



bottom of page