Quizás escuchaste hablar de las semejanzas entre el coronavirus y La peste de Camus. Y si no, es tiempo de que lo hagas.
Publicada en 1947, la novela del escritor argelino busca dar respuesta al dolor provocado por la Segunda Guerra Mundial. Aunque describe su tiempo y tierra natal (Orán), su obra trasciende todo marco temporal y geográfico y así, se erige en una metáfora universal.
La analogía con los tiempos que corren no es para nada descabellada:
Todo comienza un 16 de abril. La peste narra los estragos que causa una epidemia que deja centenares de muertes diarias. ¿Qué imponen las autoridades, para evitar la propagación? Aislamiento. A partir de entonces, en La peste se bucea en los sentimientos que surgen a partir de una peste; terror, coraje, monotonía, tedio.
De este modo, Camus muestra el antes y el después de Orán; vemos el contraste de sus habitantes, que antes de la enfermedad no reparaban en el prójimo, no tenían sentido de comunidad y su único objetivo, por encima de cualquier valor, era la prosperidad material, y el después, cuando, a partir del dolor, los humanos abren los ojos y muchos sacan lo mejor de sí: “Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”, dice Camus.
El sufrimiento humano en un mundo indiferente es un tema que siempre le interesó. Siguiendo la filosofía existencialista, el autor entiende que no hay significado racional o moral para la existencia humana. Sin embargo, su obra pareciera transmitir también que en cada vida humana existe la capacidad de hacer el bien, aunque muchos hombres no lleven a cabo su potencial.
El ganador del Premio Nobel (1957) muestra algo que el coronavirus nos viene a enseñar: la importancia del contacto físico y, en definitiva, nos propone que las peores enfermedades no son las biológicas sino las morales.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.