Bonjour Tristesse es de esos libros que deberías leer, si no lo hiciste aún. Después me dirás qué te pareció, pero lo cierto es que es un clásico de las letras francesas del siglo XX.
Se publicó en 1954, cuando Francoise Sagan (su nombre de pluma, inspirado en un personaje de Proust) tenía 18 años, lo cual explica parte de su éxito: el estilo de tan joven escritora causó admiración. Por otro lado, la historia generó escándalo en la sociedad de la época, que la consideró "inmoral". A su vez, hubo críticos que sugirieron que un libro tan acabado debía haber sido escrito por alguien mucho mayor y "probablemente un hombre".
El hecho es que todo el país hablaba de Bonjour Tristesse y Sagan se convirtió en una celebridad.
La historia se centra en la estudiante, Cécile, que vive un amor de verano mientras veranea en una villa de la Riviera Francesa con su padre, Raymond, un viudo -bastante-mujeriego. Y millonario. El conflicto comienza cuando Anne, amiga de la difunta madre de Cécile, llega a la casa y Raymond se enamora de ella. Cécile y la examante de Raymond arman una tramoya para boicotear el romance y... mejor leélo. No te cuento más.
No faltó quien acusara a la historia de banal, pero, justamente, lo que destaca de la obra es su tan lograda caracterización; los personajes son superficiales, sí, pero eso es lo que la autora quiere narrar. El genio de Sagan es que ella no intenta justificar los actos de Cécile (algo así como ocurre con Flaubert y Madame Bovary).
Más allá de las críticas, la mayor parte de los lectores se obsesionaron con Sagan, que pasó a ser mitificada. Su público vio a la novela como una alegoría de la alienación adolescente. Sagan intentó vivir a la altura del mito que se creó en torno a su figura, y tristemente se la comió el personaje. Las adicciones y el despilfarro la arruinaron. La autora usó la literatura como medio para la fama, y en este sentido se la ha comparado con Warhol. Como él, pasó a ser una figura clave para acortar las brechas entre la cultura letrada y popular.
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