Si tuviste una infancia feliz, todo indica que les debés mucho a los Hermanos Grimm (hice un verso sin esfuerzo): Rapunzel, Hansel y Gretel, Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta y tantos otros cuentos de hadas y leyendas llegaron a nosotros gracias a esta culpa de hermanos alemanes. No es que los Grimm hayan sido los autores de estas historias, pero sí se ocuparon de compilarlas y transcribirlas. Mi profesor de Linguistica de la facultad era un viejito andaluz que rondaba las ocho décadas. Él nos enseñó que los Grimm eran lingüistas de primera línea. Rigurosos, exhaustivos, su misión en un principio no fue compilar cuentos para chicos, sino realizar un estudio lingüístico y antropológico basado en cuentos populares que recogieron de la tradición oral de su pías. A lo largo del camino, literal y simbólico, fueron editando y reescribiendo algunas de las versiones. Parte de su -gran- mérito fue haber respetado la frescura de los cuentos orales, en vez de haberlos sometido a artificios literarios, acartonados y rimbombantes. Finalmente, en 1857 publicaron su última edición, especialmente pensada para chicos y con ilustraciones bellísimas, casi tanto como las de esta colección de Taschen que guarda un lugar especial en mi biblioteca y en mi corazón. Porque yo sí tuve una infancia feliz y, en gran parte, es gracias a los Hermanos Grimm.
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