Que el título de esta obra no te confunda, porque poco tiene de placentero el viaje de Colin y Mary; primero, porque la pareja se ve envuelta en las típicas rencillas que nacen en los viajes (el hambre y el dónde comer son, claramente, dos de los motivos más recurrentes) y, luego, porque el conflicto va in crescendo hasta llegar al encuentro con Robert y Caroline, los otros dos personajes de la novela, tan enigmáticos y atrapantes como la ciudad que los aloja.
BRAVO por Ian McEwan que en esta novela nos lleva de viaje por las laberínticas calles de Venecia (aunque, técnicamente, nunca se aclara que es allí donde transcurre la obra). Lo que empieza como un viaje en pos de recuperar el romanticismo después de años de monotonía en la pareja termina en un final oscuro y violento. Aclaro también que a la novela le sobra fogosidad: no es apta para menores. Su atmósfera me hizo acordar a Muerte en Venecia, de Thomas Mann, y parece que no fui muy original en mi apreciación porque, de acuerdo con Frank Kermode, casi todas las obras que se ambientan en Venecia dejan este sabor a lo siniestro. Igual, no te asustes con lo hasta aquí descrito: la prosa de McEwan es tan pero tan afilada, que no vas a leer este libro, lo vas a devorar. Aunque de a ratos te sacuda y te resulte perturbador. Cuando lo termines, avisame y debatimos el final.